Bishop David Bonnar's Coat of Arms

Practicando la Fe, la Esperanza, y el Amor:
Vivir las Virtudes Juntos y en Tiempos Difíciles

UNA CARTA PASTORAL DEL OBISPO DAVID J. BONNAR

Solemnidad de Pentecostés, 28 de mayo de 2023

Copyright © 2023 Roman Catholic Diocese of Youngstown. All Rights Reserved.


SOBRE LA PORTADA

Coronación de la Vírgen con la Trinidad y los Santos, c. 1440
Maestro olivetano (artista) Lombardo, activo c. 1425 – c. 1450
Imagen de acceso abierto de dominio público. Cortesía de la Galería
Nacional de Arte, Washington, D.C
.

Las virtudes de la fe, la esperanza y el amor a menudo se evocan a través de representaciones de la Divina Trinidad, porque las virtudes “disponen a los cristianos a vivir en una relación con la Santísima Trinidad. . . Dios conocido en la fe, Dios esperado y amado por Él mismo” (Catecismo de la Iglesia Católica, No. 1840). La portada puede recordarnos que las virtudes y toda la vida cristiana, ejemplificada tan bellamente en María y la Comunión de los Santos, brota de la vida de Dios. El arte fue diseñado para un salterio del siglo XV, un recordatorio de que nuestra vivencia de las virtudes cristianas está enraizado en la oración.


Table of Contents

INTRODUCCIÓN | Tiempos difíciles, gente dura | Disponibilidad del clero y de los ministros laicos eclesiales | Impacto en las parroquias | Oportunidades

CAPÍTULO UNO: Una fe personal, comunitaria y activa en medio de una crisis de pertenencia | La fe como don y nueva visión | Ver como Jesús ve | Desafíos a la fe y la necesidad de comunidad | Una fe activa: una vida de santidad y responsabilidad | Una fe adulta | Aplicaciones prácticas | Preguntas para la reflexión y el debate

CAPITULO DOS: Viviendo juntos con una nueva Esperanza | Viviendo juntos con una nueva Esperanza | La esperanza pascual en tiempos difíciles: Aleluya es nuestra canción |La esperanza y una vida de oración |La esperanza, la parroquia y la liturgia | La esperanza y las vocaciones: liturgia, adoración eucarística y pastoral juvenil | Aplicaciones prácticas | Preguntas para la reflexión y el debate

CAPÍTULO TRES: El poder del amor | Dios es amor | Perdón y Misericordia: Los Frutos del Amor | El amor es presencia | Aplicaciones prácticas | Preguntas para la reflexión y el debate

CONCLUSIÓN | ORACIÓN DE COMPROMISO


Bishop Bonnar at Hispanic Ministry Summit at Immaculate Conception Parish, Ravenna

INTRODUCCIÓN

Practicando la Fe, la Esperanza, y el Amor

El obispo Bonnar participa en la Cumbre Hispana, con los hispanos católicos a lo largo de la diócesis, en la parroquia Inmaculada Concepción, en Ravenna fue la enfitriona. Foto de Justin Huyck.

Durante los primeros días de mi episcopado, emití mi primera Carta Pastoral, “Confrontando a las tinieblas con la Luz de Jesucristo: Testificar de la Luz”. En ese documento, los invité a todos a reconocer las tinieblas del tiempo y a recuperar la luz de nuestra vida sacramental en un mundo plagado de numerosas amenazas a la familia humana y a nuestro hogar terrenal. Mi visión para la Diócesis de Youngstown, como articulada en “Testificar de la luz”, incluía las siguientes prioridades: oración, sanación, comunicación, servicio y testimonio gozoso. Estas cinco acciones requieren que quitemos los cestos de nuestra indiferencia, intolerancia y egoísmo y permitamos que la luz de Cristo, presente en cada uno de nosotros como hijos de Dios, brille como faros de esperanza.

He tenido la bendición de ver las prioridades que describí en “Testificar de la luz” tomar forma para hacer avanzar al pueblo de Dios en nuestra diócesis hacia un sentido dinámico de misión. Una de las primeras acciones que emprendimos en respuesta a “Testificar a la Luz” fue una evaluación de las necesidades de decanato de cómo nuestras parroquias estaban trabajando juntas, en cada área regional, en actos de servicio y extensión. Trabajando con Caridades Católicas, nuestras parroquias también generaron ideas sobre nuevos proyectos para servir a los más necesitados. Recientemente, nosotros también establecimos una Oficina de Paz y Justicia, como parte de Caridades Católicas, para continuar formando a personas en formas de servicio y defensa en nombre de los más necesitados.

La evaluación de necesidades de decanato es sólo un ejemplo de cómo nuestras parroquias, escuelas y entidades diocesanas están adoptando nuevas formas de regionalización y colaboración para servir al pueblo de Dios. Las parroquias en toda nuestra diócesis están trabajando juntas en esfuerzos que incluyen el ministerio de jóvenes, el ministerio de adultos jóvenes, iniciación de adultos en la comunidad católica, y mucho más. Entre nuestros ministerios diocesanos, formamos un departamento integrado de comunicaciones, reuniendo nuestros esfuerzos en prensa, televisión, radio, multimedia y las redes sociales –la nueva puerta de entrada de la Iglesia– con una nueva prioridad de llegar a las periferias y la construcción de una comunidad más amplia. Esto incluye el lanzamiento del sitio web y la revista de The Catholic Echo, que ya está llegando en forma impresa a todos los hogares registrados, y aún más en línea. Mientras avanzamos hacia el futuro, también nunca debemos olvidar nuestro pasado, es por eso que establecí los archivos diocesanos para conservar profesionalmente y contar nuestra historia. Económicamente, el trabajo de ambas Caridades Católicas y la misión de la Iglesia se sustenta de manera importante en nuestra apelación, que hemos renombrado como “Campaña Anual Diocesana: Uno en la Esperanza, Uno en la Misión” para dejar claro que el llamamiento está orientado a la misión, y que apoya todas las formas en que nuestra comunidad diocesana vive la misión de la Iglesia.

Mientras nos estamos moviendo en una dirección positiva, todavía enfrentamos muchos desafíos que dibujan sombras sobre nuestros mejores intentos de llegar a los márgenes y comprometernos con los demás. Es a estos desafíos que ahora me refiero.

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Bishop Bonnar with healthcare professionals at St. Elizabeth Hospital, Youngstown. Photo by Justin Huyck.

TIEMPOS DUROS, GENTE DURA

El obispo Bonnar con profesionales del cuidado de la salud en el hospital Sta. Elizabeth, en Youngstown. Foto de Justin Huyck.

En la ciudad de Youngstown hay un edificio que alberga un negocio local. Mientras uno conduce y pasa por este establecimiento, uno no puede dejar de notar un mensaje pintado en el costado del edificio que dice: “Los tiempos duros no duran. Las ciudades duras sí.” Esta señal es un recordatorio para mí de que, mientras estamos pasando por momentos difíciles, la gente de nuestra comunidad diocesana, en los seis condados, son “gente dura”.

Estos han sido tiempos duros en el noreste de Ohio, afectándonos profundamente en los seis condados de nuestra diócesis: Ashtabula, Columbiana, Mahoning, Portage, Stark y Trumbull. Lo que una vez fue un área económicamente robusta se ha convertido en una comunidad económicamente deprimida. La población ha disminuido. El desempleo ha aumentado. La violencia ha escalado. La pobreza sigue creciendo. Ondas de adicción siguen afectando a nuestras familias y comunidades. Los desastres naturales y provocados por el hombre han amenazado nuestra salud y bienestar, afectando a los pobres y vulnerables de manera desproporcionada. La pandemia acentuó el sufrimiento sentido en nuestra comunidad, pero sabemos que los aspectos económicos, sociales y las presiones culturales han estado con nosotros durante mucho tiempo. De hecho, estos son, y han sido, tiempos duros.

En los últimos dos años como su obispo, he visto una y otra vez que las personas del noreste de Ohio son, de hecho, “gente dura”, adaptándose a los tiempos cambiantes y apoyándose mutuamente. Como cristianos en esta porción de la Viña del Señor, sabemos que nuestra dureza y resistencia siempre brotan de la fe, la esperanza y el amor que tenemos en Dios. La obra, el amor y la revelación de Dios están siempre primeros, más profundos que cualquier cosa que podamos tratar de lograr por nuestra cuenta.

La Iglesia Católica en la Diócesis de Youngstown existe en el mundo y, por lo tanto, no es inmune a la influencia de la cultura actual, especialmente cuando se trata de actitudes y opiniones sobre la práctica de la fe. El resumen diocesano, regional y nacional del Sínodo en curso sobre la sinodalidad destacó muchas cosas buenas sobre la vida católica, incluyendo un sentido de hogar que muchos experimentan en su parroquia, la presencia de Cristo en la liturgia e importantes esfuerzos de servicio y acercamiento. Al mismo tiempo, el Sínodo también informa sobre sombras, incluida la preocupación de que mucha gente cuestiona la autenticidad de la Iglesia cuando se trata de escuchar las necesidades de la gente. Otros sienten que la Iglesia no puede leer los signos de los tiempos. Algunos están desalentados con experiencias litúrgicas, encontrándolas aburridas y monótonas. Hay un ambiente de sospecha en la Iglesia que ha llevado a una polarización que refleja nuestra sociedad en general. Hay un número creciente de católicos que ya no practican su fe.


Rev. Connor Hetzel at his ordination to the priesthood at St. Columba Cathedral. Photo by Robert Zajack.

DISPONIBILIDAD DE CLERO Y MINISTROS ECLESIALES LAICOS

Rev. Connor Hetzel en su ordenación sacerdotal en la Catedral de Sn. Columba. Foto de Robert Zajack.

Las preocupaciones más amplias expresadas entre la población católica en general influyen en el cambio del paisaje de nuestra Iglesia local. En la Diócesis de Youngstown, el número de jubilaciones sacerdotales supera con creces el número de ordenaciones cada año. A partir de la primavera de 2023, la Diócesis de Youngstown actualmente tiene 57 sacerdotes activos, con cuatro jubilándose este año y se esperan más en los próximos años. Incluso con el esperado regalo de la ordenación de nuevos sacerdotes en los próximos años, el número de sacerdotes diocesanos disponibles seguirá siendo bajo en el futuro previsible, junto con un pequeño pero apreciado número de sacerdotes de órdenes religiosas que sirven a nuestra diócesis.

Durante algún tiempo, hemos estado presionando demasiado a nuestros sacerdotes, esperando que sirvan en múltiples ministerios a la vez, que acompañen a las comunidades parroquiales en más de un lugar, y  que hagan malabarismos con responsabilidades pastorales, administrativas y diocesanas. Asimismo, nuestros ministros eclesiales laicos se encuentran recargados, incluidos aquellos siete asociados pastorales diocesanos que actualmente están sirviendo en nuestra diócesis a mi designación, y todos los que sirven en nombre de la Iglesia, estoy agradecido con todos los sacerdotes, diáconos, religiosos y ministros eclesiales laicos que dan testimonio de su amor por el pueblo de Dios a través de su ministerio y sacrificio compartidos.

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Music ministry at St. Joseph Parish, Mantua. Photo by Ed Hall.

IMPACTO EN LAS PARROQUIAS

Ministerio de Música en la parroquia de San José en Mantua. Foto de Ed Hall.

Los feligreses se han visto profundamente afectados por los cambios en la vida parroquial, y está claro que muchos están experimentando una desconexión de las parroquias y de la Iglesia. Para 2022, según estadísticas nacionales compiladas por el Centro de Investigación Aplicada al Apostolado (CARA), el número de católicos que asisten a Misa al menos una vez al mes se había reducido al 36,6% y los que asisten semanal había descendido al 17,3%. Ciertamente hemos experimentado esta realidad en la Diócesis de Youngstown.

Una disminución en la asistencia a la misa dominical naturalmente conduce a una disminución en los recursos financieros necesarios para mantener nuestras parroquias y para proporcionar ministerios y servicios vitales y vivificantes. Algunos edificios de iglesia han cerrado, con nueve templos cerrados en mis primeros dos años como obispo, junto con una escuela primaria. Además, las parroquias se están fusionando, con cuatro fusiones hasta ahora en mi tiempo como obispo. Si bien es necesario para garantizar que vivamos para las necesidades del futuro, y no en la nostalgia del pasado, todos entendemos que estos cambios tienen un impacto emocional y un costo espiritual para todos nosotros. Las parroquias vecinas están haciendo lo mejor que pueden para compartir recursos, reducir costos y mantener a los feligreses comprometidos con la vida de la Iglesia. En este tiempo de necesidad de cambio, me alienta el hecho de que muchas de nuestras parroquias han abrazado una misión sin límites, en cuanto a que son fuente de consuelo y fortaleza para los fieles, especialmente aquellos en las periferias de la Iglesia y la sociedad.

Al mismo tiempo, todos debemos reconocer el secreto a voces: un dolor punzante en la pérdida del sentido convencional de parroquia que nos es familiar. A veces, esto incluye decir adiós a los amados sacerdotes que han sido reasignados por el bien de la Iglesia. Este sentido de pérdida ha agravado el dolor que tantos han experimentado en su vida diaria con la pérdida de familiares, incluidos a aquellos que perdimos debido a la pandemia del COVID, problemas de salud y preocupaciones actuales, los efectos de la adicción, las presiones financieras y los desastres.

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Community meal, in response to the 2023 train derailment, at Our Lady of Lourdes Parish, East Palestine. Photo by Robert Zajack.

OPORTUNIDADES

Comida comunitaria, en respuesta al descarrilamiento del tren en 2023, en la parroquia Nuestra Señora de Lourdes en East Palestine.  Foto de Robert Zajack.

En medio de los desafíos, muchos se sienten atrapados en el dolor, y puede ser fácil desanimarse y dejar de dar testimonio de la luz. Como personas de fe, espiritualmente conectadas entre sí a través del sacramento de la Eucaristía, debemos enfrentar las realidades de nuestra Iglesia actual y descubrir nuevas formas de comprometernos y evangelizar. Sin embargo, también debemos estar juntos fuera de los muros de la iglesia para enfrentar los desafíos y abrazar las oportunidades que nos rodean. Creo que las oportunidades son puntos de luz que nos guían a través de la oscuridad y hacia días más brillantes por delante.

En esta segunda carta pastoral, deseo construir sobre “Testificar de la Luz” y reflexionar con ustedes sobre las oportunidades que tenemos como Iglesia aquí en la Diócesis de Youngstown para vivir como discípulos misioneros en nuestro tiempo y lugar. Las oportunidades que he identificado para la Diócesis de Youngstown están inspiradas por las virtudes que se encuentran en la primera carta de san Pablo a los corintios: la fe, la esperanza y el amor (1 Cor 13, 1-13). Creo que estas virtudes son la respuesta al momento presente, mostrando el camino a través de nuestros desafíos y duelo. Mientras esta Iglesia local celebra 80 años, debemos reconocer que son estas mismas virtudes que han sido integrales en la vida de quienes nos precedieron. Hoy, nos mantenemos firmes en la fe, la esperanza, y el amor del clero, de los religiosos y de los fieles que nos han precedido. A lo largo de nuestro año de aniversario, daremos gracias a Dios todopoderoso por estas virtudes que se han transmitido de generación en generación y volveremos a dedicarnos a practicarlas en nuestra vida diaria.

La fe, la esperanza y el amor brindan un marco para nuestra participación activa en la obra de Dios y la misión de la Iglesia. La fe, la esperanza y el amor no sólo son animados por personas duras en las ásperas fatigas de la vida diaria, pero también amplificados dentro del contexto de una comunidad cristiana tierna y afectuosa donde dos o más están reunidos (Mateo 18:20). Vividas en las acciones diarias de nuestra vida, las virtudes finalmente nos conectan con la eternidad y están arraigadas en la fe segura de que el don de Dios en Jesucristo es nuestra salvación. Una fe activa está siempre arraigada en la esperanza y expresada en el amor.

From Coronation of the Virgin with the Trin- ity and the Saints by Olivetan Master.

La Iglesia identifica tradicionalmente la fe, la esperanza y el amor como las virtudes teologales que “disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto, a Dios conocido por la fe, esperado y amado por Él mismo” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1840). En el día de nuestro bautismo cristiano, nuestra historia se vincula indisolublemente a la Santísima Trinidad cuando somos bautizados “En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Cada vez que hacemos la señal de la Cruz reconocemos nuestra relación con el único Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y vivimos esta relación en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica por naturaleza. Es el Sacramento de nuestra salvación. Pertenecemos a una comunidad que cree en el Padre creador, seguimos las huellas de Jesús nuestro redentor, y juntos buscamos la ayuda del Espíritu Santo, el paráclito especialmente en tiempos de temor, preocupación o debilidad. Vivir esta relación es una cuestión de fe, de esperanza y de amor.

Coronación de la Vírgen con la Trinidad y los Santos, c. 1440 Maestro olivetano (artista) Lombardo, activo c. 1425 – c. 1450. Imagen de acceso abierto de dominio público. Cortesía de la Galería Nacional de Arte, Washington, D.C.

 

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From Coronation of the Virgin with the Trinity and the Saints by Olivetan Master.

CAPÍTULO UNO

UNA FE PERSONAL, COMUNITARIA Y ACTIVA EN MEDIO DE UNA CRISIS DE PERTENENCIA

Coronación de la Vírgen con la Trinidad y los Santos, c. 1440 Maestro olivetano (artista) Lombardo, activo c. 1425 – c. 1450. Imagen de acceso abierto de dominio público. Cortesía de la Galería Nacional de Arte, Washington, D.C.

Pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.

GÁLATAS 3, 26

LA FE COMO DON Y NUEVA VISTA

En La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco expresa este sueño para nuestra Iglesia:

“Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación.”

La Alegría del Evangelio, n. 27

Aquí quiero centrarme en cómo la evangelización sigue siendo una prioridad urgente para todos y cada uno de nosotros personalmente. Por un lado, el Papa Francisco nos ha invitado a cada uno de nosotros a comprendernos a nosotros mismos como “discípulos misioneros”—cada uno de nosotros, en virtud de ser discípulos bautizados de Jesús, está llamado a ser agente activo de la evangelización. “Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos ‘discípulos’ y ‘misioneros’, sino que somos siempre ‘discípulos misioneros’. (La Alegría del Evangelio, n. 120).

Por otra parte, una dimensión central de este mandato misionero, que todos tenemos, es la suposición de que, de hecho, hemos “encontrado el amor de Dios en Cristo Jesús”. Esto puede tomar más reflexión para cada uno de nosotros, para identificar cómo el amor de Dios nos ha tocado en medio de nuestras vidas. Por eso la nueva evangelización, promovida por el Papa San Juan Pablo II, El Papa Benedicto, y el Papa Francisco, han puesto tanto énfasis en la necesidad que todos tenemos de renovar nuestra propia fe personal. En La Luz de la Fe, el Papa Francisco nos recuerda nuestra clásica comprensión católica de la fe como una virtud infundida sobrenaturalmente que siempre comienza con el don de la gracia de Dios, fruto del Espíritu Santo que se mueve en nosotros, e implica nuestra libre respuesta al asentir, rendirnos y experimentar la alegría (ver Lumen fidei, n. 7; Dei Verbum, Vaticano II Constitución, Dogmática sobre la Divina Revelación, n. 5; Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 153-165; “Directorio para la catequesis”, n. 19).

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Rev. Matthew Zwilling preaching a homily at St. Columba Cathedral. Photo by Robert Zajack.

VER COMO JESÚS VE

Rev. Matthew Zwilling predicando la homilía en la Catedral San Columba. Foto de Robert Zajack.

El Papa Francisco continúa ofreciendo una comprensión de la fe que nos desafía y nos consuela: “La fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver.” Como cristianos, nombramos la forma de ver de Jesús como el Reino de Dios: ver lo que Jesús ve es el primer paso para caminar como caminó Jesús, sirviendo como sirvió Jesús, amando como ama Jesús. Cuando nos cuesta ver la bondad en nuestro mundo o un sentido de dirección para nosotros mismos, es a la vez reconfortante y desafiante abrazar la mirada de Jesús que “abre un espacio nuevo a la experiencia humana, en el que podemos entrar” (La Luz de la Fe, n. 18).

Pero para ver como Jesús ve, y por lo tanto caminar como Jesús caminó, necesitamos reconocer que nuestra vista a veces necesita ser corregida. No es de extrañar entonces que, según nuestra tradición evangélica, Jesús comenzó su ministerio con historias de curación. Asimismo, los Evangelios emparejan los actos de sanación de Jesús con su predicación. Es el mismo Jesús que nos cura con sus manos y con el nuevo camino de vida y salvación que él predicó, para que alineemos nuestra visión a la suya.

Experimentamos esta sanación y nueva visión continuamente a través de la vida sacramental de la Iglesia, en la que la presencia de Cristo nos transforma a través de la Palabra y el Sacramento. Para aquellos de nosotros que sirven como sacerdotes y diáconos, es un tremenda responsabilidad de abrazar nuestro papel de predicación, reconociendo la presencia de Cristo, la Luz del Mundo, en este acto sagrado.

En 2022, como parte del programa de formación continua para el clero de nuestra diócesis, le dimos la bienvenida al Rev. Richard DeLillio, profesor de homilética jubilado de la Universidad Católica de América, para hablar a nuestros sacerdotes y diáconos sobre la predicación en la esperanza de hacernos a todos mejores predicadores. En su primera presentación, Padre DeLillio hizo referencia a la curación del hombre ciego en Betsaida (Mar 8, 22-26). Jesús usa saliva, le toca los ojos y él está curado. Padre DeLillio definió la predicación como el ejercicio que busca quitar las escamas de los ojos de la gente. Si bien la predicación a menudo se ve en el contexto del escuchar, el objetivo es que el oyente vea y continúe el camino de conversión permanente.

La fe es un don expresado en rendirse con confianza ante este modo que hemos visto y oído, y adoptar este camino al que ahora estamos llamados a caminar. Una genuina disposición de fe es análoga a montar en un carro y dejar el conducir a Dios permitiendo que Jesús tome el volante, por así decirlo.

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Easter Vigil at St. Jude Parish, Columbiana. Photo by Robert Zajack.

DESAFÍOS A LA FE Y NECESIDAD DE COMUNIDAD

Vigilia Pascual en la parroquia de San Judas, en Columbiana. Foto de Robert Zajack.

Las circunstancias de nuestra vida a veces pueden desafiar e incluso hacernos dudar de nuestra fe, y es en esos momentos especialmente cuando necesitamos comunidad. Muchos pueden identificarse con los sentimientos del profeta Habacuc que suplicó: “¿Hasta cuándo, oh Señor. Pediré auxilio, sin que tú escuches, clamaré a ti: ¡Violencia!’ sin que tú salves?, pero tú no intervienes” (Habacuc 1, 2). Entonces nosotros mismos clamamos en nuestra desilusión: “Auméntanos la fe” (cf. Lc 17, 5).

Nuestra fe necesita comunidad. Las parroquias son “el lugar habitual en el cual la fe nace y en la que crece” (Directorio para la catequesis, n. 299). Nos sumergimos más en la fe al pertenecer a una familia parroquial donde somos conducidos por la Palabra de Dios y alimentados por el Sacramento, el Cuerpo y Sangre de Cristo. Y cuando caemos en el pecado y somos quebrantados, encontramos la restauración y la paz en el Sacramento de la Reconciliación y todo comienza de nuevo.

Más allá de la parroquia, está la Iglesia diocesana, decenas de miles reunidos en la fe guiados por el obispo que sirve como sucesor de los apóstoles. Entonces está la Iglesia universal con mil millones y más hermanas y hermanos en la fe, guiados e inspirados por nuestro pastor principal, el Santo Padre. Ya que parte de nuestra experiencia de la comunidad católica se vive en la vida de la parroquia, a veces necesitamos recordatorios de que nuestra fe católica se extiende a la Iglesia universal. Algunos de nuestros seminaristas de Youngstown experimentaron este sentido de la Iglesia universal recientemente cuando visitaron Roma con sus hermanos seminaristas de Cleveland y tuvieron una audiencia privada con el Santo Padre, el Papa Francisco.

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UNA FE ACTIVA: UNA VIDA DE SANTIDAD Y RESPONSABILIDAD

Pila Bautismal en la Iglesia Tomás el Apóstol en Vienna. Foto de Brian Keith.

Como católicos, debemos recuperar la plenitud de nuestra fe comunitaria si hemos de vivir nuestra misión como Iglesia. También debemos recuperar la fe como una activa responsabilidad, que cumplimos juntos en nuestros propios roles particulares. La iglesia no es simplemente un lugar donde vamos a pensar con gente que piensa como nosotros; es una comunidad de discípulos caminando juntos en la fe. La fe no es simplemente algo de la cabeza, sino que involucra todo el cuerpo y el alma. Ésta es la razón por la cual los cuatro pilares del Catecismo son holísticos e involucran la fe creyente, orante, celebrante y viviente: el Credo, la Oración, los Sacramentos y la Moralidad.

Para los humanos, pertenecer es aceptar la responsabilidad. Para los cristianos católicos, pertenecer a Cristo y a la Iglesia es aceptar la responsabilidad de la misión de Cristo y de la Iglesia. Somos un Cuerpo de Cristo, diversos en roles y dones, pertenecientes a Cristo y unos a otros, co-responsables de la misión de la Iglesia. “Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y todos los miembros no tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe;. . .” (Romanos 12, 4-6).

“Úsense”. La pertenencia activa es central a nuestra práctica sacramental, y a nuestro diario vivir, como cristianos católicos. Fluye de nuestras celebraciones de la liturgia que esperan nuestra “participación plena, consciente y activa” (Sacrosanctum Concilum, Constitución del Vaticano II sobre la Sagrada Liturgia, n. 14) en virtud de nuestro bautismo. Los sacramentos de iniciación – Bautismo, Confirmación y Eucaristía, nos incorporan a la vida activa de la comunidad, que es la vida de Cristo. En efecto, los que entran en la Iglesia como adultos a través del catecumenado (Orden de la Iniciación Cristiana de Adultos) son invitados a un “aprendizaje en la vida cristiana” (Directorio para la catequesis, n. 34; Ad gentes, Decreto del Concilio Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia, n. 13), no simplemente un aprender con la cabeza, pero con todo el cuerpo a través de actos de servicio y la vida multifacética de la comunidad.

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UNA FE MADURA

La Liturgia de la Palabra durante la Misa que el obispo Bonnar celebró en la Parroquia del Sagrado Corazón en Rock Creek. Foto de Brian Keith.      

Mientras caminamos juntos por el camino al cielo y somos alimentados por la Palabra y el Sacramento de Dios, es importante que no nos volvamos complacientes ni dejemos de crecer. Ninguno de nosotros puede vivir una vida madura basada en una fe de octavo grado. Necesitamos ser continuamente guiados y alimentados en la fe, de lo contrario, nos encontraremos llevando vidas superficiales.

En nuestros ministerios de formación en la fe, la formación en la fe de los adultos ha adquirido prioridad en los últimos años, y de hecho se considera la “forma principal de la catequesis” (Directorio para la catequesis, n. 77). La Iglesia sigue desarrollando con razón sus importantes ministerios de formación y acompañamiento con niños, jóvenes y familias. Junto con estos esfuerzos, formas prácticas de ayudar a los adultos a crecer en el discipulado pueden incluir reuniones para adultos de todas las edades (desde adultos jóvenes hasta adultos mayores) y recursos para ayudar a los adultos a crecer en la fe en el hogar o mientras están “en movimiento”, con el apoyo de bibliotecas parroquiales, folletos de temporada, sitios web multimedia seleccionados, redes sociales y podcasts.

El Directorio para la Catequesis ofrece esta visión,

“EN LAS ETAPAS DE ADULTEZ… LA FE MISMA ESTÁ LLAMADA A TOMAR DIFERENTES FORMAS, EVOLUCIONAR Y MADURAR, PARA QUE SEA UNA RESPUESTA AUTÉNTICA Y CONTINUA A LOS DESAFÍOS DE LA VIDA.”

DIRECTORIO PARA LA CATEQUESIS, n. 257

En mi experiencia como pastor, he encontrado que los pequeños grupos de fe, también llamados comunidades cristianas de base, son una forma principal en que podemos hacer esto, ayudando a las personas a dar nombre a la presencia de Dios en sus vidas y luego continuar creciendo como discípulos cristianos. Reitero mi invitación, hecha en mi primera carta pastoral, para que cada parroquia haga la formación de comunidades cristianas de base una prioridad. Las parroquias deben ser creativas en el desarrollo de oportunidades para compartir la fe que son diversas en temas de fe y que respondan a cada etapa del camino de la vida, para que la Iglesia pueda continuar “provocando la fe”, “purificando la fe”, “alimentando la fe” y “ayudando a compartir y dar testimonio de la fe” (Directorio para la catequesis, n. 261).

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APLICACIONES PRÁCTICAS

Coronación de la Vírgen con la Trinidad y los Santos, c. 1440 Maestro olivetano (artista) Lombardo, activo c. 1425 – c. 1450. Imagen de acceso abierto de dominio público. Cortesía de la Galería Nacional de Arte, Washington, D.C.

LA FE ES UN DON que necesita ser nutrido. La familia, “la Iglesia doméstica”, es a menudo vista como el invernadero en el que crece la fe. De niño, mi fe floreció en gran parte gracias a de mis padres que nos introdujeron a mis hermanos y a mí a Jesucristo. Gran parte de este aprendizaje tuvo lugar por inmersión. Veíamos cómo ellos vivían sus vidas con confianza, amabilidad, misericordia y amor. Veíamos los muchos sacramentos que adornaban nuestro hogar. Nos sentábamos juntos a la mesa para comer y dábamos las gracias regularmente. Compartíamos nuestro caminar personal a la luz del Evangelio. Mamá y papá también nos enseñaron a orar. Antes de ir a dormir o al inicio de largos viajes en el carro, siempre nos bendecían diciendo tres veces: “La Pasión de Cristo los fortalezca.” Cuando alguien en la familia extendida estaba enfermo, esta bendición a menudo se hacía con un crucifijo que era una reliquia transmitida a través de las generaciones.

Students at St. Paul School, North Canton. Photo contributed by school.
Estudiantes de la escuela San Pablo en North Canton. Foto de la escuela.

MIS PADRES NOS ENSEÑARON no sólo los valores cristianos, sino también la importancia de pertenecer a una comunidad de fe. La parroquia es la sede de este sentido de pertenencia. Nuestra fe se alimentaba con la asistencia a la Santa Misa cada domingo, donde siempre nos sentábamos en la primera banca. De niño, recuerdo vívidamente preguntándole a mi mamá cuándo estaba sentado en esa banca, “¿Dónde está Dios?” Sin dudar, mamá señalaba al santuario. Los cinco hijos fuimos llevados a una relación más profunda con Jesús y la Iglesia a través de la Educación Católica.

AL ABRAZAR LA FE en este tiempo y lugar y al buscar sumergirnos más profundamente en una relación con Jesús y con su Iglesia, es importante que veamos a la familia y la parroquia como fuentes de alimento y aulas de aprendizaje en la fe. Mientras la experiencia de cada uno de la familia y la vida parroquial es única y matizada, yo sostengo que la familia y la parroquia siguen siendo fundamentales para la fe.

EN NUESTRA TRADICIÓN, a los miembros de la parroquia a menudo se les llama “los feligreses” o “los fieles”. La fe debe ser parte de nuestro ADN. Nosotros no podemos ser auténticos seguidores sin fe. Como obispo de esta Iglesia local, hago un llamado a todos a renovar nuestra apreciación por la fe. Con ese fin, a medida que buscamos crecer en la virtud de la fe, ofrezco las siguientes metas.

UNA FE AGRADECIDA

Todo lo que tenemos y todo lo que somos es un regalo de Dios. Nunca tenemos derecho, solo bendiciones. Como resultado, invito a todos a adoptar una postura más intencional de gratitud no sólo con Dios sino con los demás. Cuando yo era pastor, un líder de retiro alentó a varias prácticas concretas de gratitud que han continuado quedándose conmigo: una llamada telefónica, un mensaje de texto, una tarjeta de agradecimiento o una visita personal pueden ser muy útiles para expresar la gratitud. También nos animó a que consideráramos iniciar un “diario  de agradecimiento” como una forma de reflexionar sobre aquellas personas y experiencias por las que estamos agradecidos.

UNA FE CRECIENTE

Si contemplamos la imagen de la fe como semilla y signo de vida, entonces es algo que exige cuidado y nutrición. Cada católico en esta diócesis necesita asumir mayor responsabilidad por el crecimiento de su fe y de su relación con Jesús y la Iglesia. Jesús no quiere que seamos espectadores sino activos participantes en una relación con Él. Él cuenta con nosotros para continuar su misión.

UNA FE CONFIADA

En el Misal Romano (que contiene las palabras que rezamos en la Misa), es nuestra costumbre antes de rezar el Padrenuestro en la Santa Misa escuchar al sacerdote decir: “Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir”. Atreverse es tener confianza, y nuestras oraciones no deben carecer de confianza. La confianza puede marcar una gran diferencia. La confianza que debemos emanar es uno de una confianza que sabe que Dios está a cargo y siempre sabe lo que es mejor para nosotros. La confianza también viene de saber que no nos vamos a quedar huérfanos.

UNA FE UNIDA

No hay nada que Jesús desee más para nosotros que ser uno. En su gran oración sacerdotal, oró: “Que todos sean uno” (Juan 17:21). Jesús desea que seamos uno en la fe. Esto no significa uniformidad en persona, familia o parroquia. Significa que vernos a nosotros mismos como una comunidad de creyentes que se preocupa unos por otros incluso en momentos en que vemos las cosas de manera diferente. También significa mantener nuestros ojos fijos en Jesús y continuar nuestro camino común hacia la plenitud de la vida eterna.

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PREGUNTAS

PARA REFLEXIÓN Y DISCUSIÓN

Coronación de la Vírgen con la Trinidad y los Santos, c. 1440 Maestro olivetano (artista) Lombardo, activo c. 1425 – c. 1450. Imagen de acceso abierto de dominio público. Cortesía de la Galería Nacional de Arte, Washington, D.C.

La fe es un “don infundido sobrenaturalmente” (La Luz de la Fe, n. 7). ¿Cómo se fomentó en ti este don por primera vez: por de tus padres, amigos, padrinos, y/o comunidades de fe?

¿Cómo describirías los desafíos a tu fe en este momento? ¿Experimentas una fe que duda? ¿Una fe que cuestiona? ¿Una fe impaciente?

¿Cómo aceptas la “responsabilidad” como persona de fe, corresponsable de la misión de la Iglesia y como testigo del amor de Dios en el mundo? ¿A qué has sido llamado? ¿Has sido llamado a “ver de una manera nueva?”

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From Coronation of the Virgin with the Trinity and the Saints by Olivetan Master.

CAPÍTULO DOS

VIVIR JUNTOS CON NUEVA ESPERANZA

Coronación de la Vírgen con la Trinidad y los Santos, c. 1440 Maestro olivetano (artista) Lombardo, activo c. 1425 – c. 1450. Imagen de acceso abierto de dominio público. Cortesía de la Galería Nacional de Arte, Washington, D.C.

“Porque yo sé los planes que tengo para ustedes, declara el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza”

JEREMÍAS 29, 11

Viviendo juntos con una nueva Esperanza

Hace dos años, en vísperas de mi ordenación e instalación como sexto obispo de Youngstown, me reuní con el Nuncio Apostólico y el clero en la Catedral de San Columba, la Iglesia Madre de nuestra diócesis, por mi profesión de fe y juramento de fidelidad. En el contexto de esa celebración de Vísperas, prediqué sobre las palabras del profeta Jeremías, a quien el Señor le dijo: “Porque yo sé los planes que tengo para ustedes, declara el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza” (Jeremías 29, 11).

En aquellas Vísperas solemnes, me hice eco de la esperanza de Jeremías e invité a todos a adoptarla. Yo también hice referencia al poder del encuentro presentado por el Papa Francisco en La Alegría del Evangelio. Dije: “En este tiempo de transición, dondequiera que estemos en nuestra relación con Dios o con la Iglesia, sin importar cómo nos sintamos acerca de nuestra vocación o trabajo, este es nuestro momento, un nuevo momento, para encontrar y ser encontrado por Jesús. Trabajando juntos uno por uno podemos hacer la diferencia” (Vísperas en la Catedral de San Columba, 11 de enero de 2021).

La esperanza es una mentalidad esencial para los cristianos, y debemos adoptarla en un mundo que tiende a centrarse en lo que está mal y lo que no está allí. La esperanza cristiana no ignora las dificultades del mundo, sino que nos abre a una mentalidad positiva, viendo la posibilidad de lo que está bien con el mundo. Incluso cuando el mundo está más oscuro, hay luz.

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LA ESPERANZA PASCUAL EN TIEMPOS DUROS: ALELUYA ES NUESTRA CANCIÓN

La Liturgia de la Palabra durante la Misa que el obispo Bonnar celebró en la Parroquia del Sagrado Corazón en Rock Creek. Foto de Brian Keith.      

En nuestras vidas, y en nuestro tiempo, hay un tira y afloja entre la esperanza y la desesperación que también podría ser enmarcada como confianza versus sospecha. Como cristianos somos un pueblo de esperanza, porque como San Agustín nos recuerda: “Somos un pueblo pascual y Aleluya es nuestra canción.” Los acontecimientos de la vida, sin embargo, a veces pueden impedir que cantemos.

Los últimos diez o veinte años han sido momentos de crisis en la Iglesia: de la crisis de abuso sexual del clero a cambios en nuestra parroquia y en la vida de la iglesia. Al mismo tiempo, nuestra sociedad ha experimentado un trauma, profundamente sentido aquí en el noreste Ohio: violencia en nuestras comunidades, la crisis de los opioides, la pobreza y los efectos persistentes de la pandemia que afectó a nuestras iglesias y nos distanció unos de otros. Sólo en este último año, nuestra zona también ha vivido el trauma de un desastre ferroviario, que ha suscitado temor de los efectos desconocidos en la salud de nuestro pueblo en East Palestine y zonas aledañas. Lo que es más, la profunda división en términos de tratar con estas crisis nos ha afectado a todos en nuestras comunidades religiosas. En medio de esta agitación, es tentador volvernos pesimistas y abandonar de esperanza.

El Papa Francisco nos llama a decir “No” al pesimismo y desesperanza. En La Alegría del Evangelio, el Santo Padre escribe: “Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos” (n. 85).

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Canton Central High School Students Pray at Mass, hosted at St. Joan of Arc Parish, Canton. Photo submitted by Stark County Catholic Schools.

LA ESPERANZA Y LA VIDA DE ORACIÓN

Estudiantes de Canton Central High School oran en la Misa, celebrada en la Parroquia de Santa Juana de Arca en Canton. Foto de las escuelas católicas del condado de Stark.

¿Cómo podemos ser las personas que nos unimos a la batalla contra el pesimismo (incluyendo el pesimismo en nuestros propios corazones) y mantenemos “viva la esperanza” (La Alegría del Evangelio, n. 86)? En su encíclica, Salvados en la esperanza, el Papa Benedicto XVI señaló que una importante “escuela de esperanza” es la oración. Él escribió: “Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar–, Él puede ayudarme” (n. 32).

En “Testificar de la luz”, también identifiqué la oración como una de las cinco prioridades de la Iglesia diocesana, de hecho, la primera que nombré. Si nosotros crecemos en una fe activa y arraigada en la esperanza, cada uno de nosotros debe desarrollar una vida de oración que sea a la vez pública y privada. Por eso estoy tan emocionado sobre el actual Reavivamiento Eucarístico, que nos llama a una comprensión y experiencia más profundas de la Presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía, participando más activamente en la Santa Misa y en momentos de oración tranquila ante el Santísimo Sacramento. Como escribí en “Testificar de la luz”, “Yo les pido que oren conmigo y por mi para escuchar a mi corazón. Vivimos en un mundo cada vez más ruidoso incómodo con el silencio. Juntos tenemos que arraigar nuestras vidas en la oración y recuperar el asombroso poder del silencio para que podamos escuchar”.

La oración es una manera de estar en relación con Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La oración puede ser un lugar de fortaleza, de esperanza y de paz, así como un lugar donde demostramos una y otra vez nuestro amor hacia Dios y hacia los demás. Hay un viejo dicho: “Siete días sin oración te hacen débil.” Si no oramos regularmente, nuestra fe se debilitará y nuestra esperanza será superficial.

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Easter Vigil at St. Jude Parish, Columbiana. Photo by Robert Zajack.

LA ESPERANZA, LA PARROQUIA Y LA LITURGIA

Vigilia Pascual en la parroquia de San Judas, en Columbiana. Foto de Robert Zajack.

Una de mis prioridades como obispo de Youngstown ha sido caminar con nuestras parroquias mientras exploramos nuevas formas de vivir la vida parroquial. Estoy más comprometido que nunca a la parroquia como fuente de esperanza, y, sin embargo, sé que a la gente le cuesta encontrar esperanza en la vida parroquial misma porque no es lo que solía ser. Como Iglesia debemos descubrir de nuevo que la esperanza cristiana no es fija: es dinámica no estática, no nostálgica sino con visión de futuro. En última instancia, nuestra esperanza más profunda está en un futuro más allá de nuestra imaginación y más allá de nuestro tiempo, con la realización del Reino de Dios. Pero incluso en nuestras propias vidas finitas, nuestra esperanza está en donde Dios está guiándonos como Iglesia aquí y ahora.

En La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco adopta esta visión dinámica en palabras que nunca me canso de repetir: “La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. …Si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas.” (n. 28). Sencillamente, el Santo El Padre quiere una parroquia que esté cerca de su gente— y después de todo, ¿no es este sentido de “cercanía” que tantos anhelan en sus parroquias? La parroquia de hoy y de mañana será fuente de esperanza en la medida en que está cerca de su gente. Para hacer esto, nuestras parroquias deben adaptarse a las necesidades de nuestra gente, especialmente la de las periferias.

La Santa Misa, y toda nuestra vida sacramental, es un lugar de encuentro con Cristo que es nuestra esperanza. Cada vez que nos reunimos para la Santa Misa, todos caminamos con nuestras cruces, con la promesa de salir renovados. Comenzando con el bautismo, los sacramentos son experiencias de gracia donde el “agua viva” de la esperanza brota de nosotros (Jn 4, 14). Como sacerdote, he tenido el privilegio de celebrar innumerables bautizos, primeras comuniones, y bodas como experiencias de esperanza. Los sacramentos de reconciliación y unción de los enfermos también son poderosos momentos de esperanza para aquellos que sufren en mente, cuerpo y espíritu.

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Deacon John Rovnak and his family at a Seminarian Picnic sponsored by the Youngstown Vocations Support Society. Photo by Robert Zajack.

La esperanza y las vocaciones: liturgia, adoración eucarística y pastoral juvenil

El diácono John Rovnak y su familia en un picnic de seminaristas patrocinado por la Sociedad de Apoyo a las Vocaciones de Youngstown. Foto de Robert Zajack.

Como obispo, las liturgias de ordenación son momentos particulares de esperanza, ya que ordenar a un hombre como diácono o sacerdote es experimentar la esperanza no sólo del hombre arrodillado frente a mí, sino de toda la Iglesia diocesana lista para los días de ministerio a venir. En cada ordenación hay un sentido de la fecundidad de la gracia de Dios, una cosecha después de mucho caminar y nutrir la vocación de este hombre, y gratitud por todo lo que este hombre traerá a la Iglesia, energía y soplo de vida nueva.

Estudios de los últimos diez años del Centro de Investigación Aplicada al Apostolado (CARA) nos dicen que las vocaciones sacerdotales florecen directamente del la participación de los futuros sacerdotes en una vida parroquial y litúrgica vibrante, especialmente a través de la participación en los ministerios de la pastoral juvenil y como monaguillos. La futura esperanza que experimentamos en las liturgias de ordenación, por lo tanto, es también una celebración de la importancia de estos ministerios tanto para los que están siendo ordenados como para todos los jóvenes de la Iglesia.

Cuando se trata de la oración, estos mismos estudios CARA muestran un vínculo directo entre la oración de la Adoración Eucarística y las vocaciones. Entre los que se ordenan, la Adoración Eucarística es consistentemente su práctica de oración número uno año tras año, incluidos los últimos siete años seguidos. Todos los bautizados tenemos un papel que desempeñar en la crianza tanto la práctica de la Adoración Eucarística como vocaciones. Cuando yo era pastor, con la ayuda de los fieles establecí una capilla para la Adoración Eucarística, junto con un Consejo de Vocaciones Parroquial cuya tarea era orar por, promover y apoyar las vocaciones religiosas. Fueron intencionales al orar ante el Santísimo Sacramento. En mi tiempo como párroco, cuatro hombres entraron en formación sacerdotal con dos de los hombres ahora ordenados sacerdotes y los otros dos continuando su formación. He sabido que dos hombres más han entrado en el seminario y que hay dos más que buscan la postulación. También hay una mujer que ha entrado en la vida religiosa.

En nuestra diócesis necesitamos redescubrir las gracias que provienen de la Adoración Eucarística consistente, especialmente cuando nos encontramos en gran necesidad de vocaciones religiosas. Invito a todas las parroquias a hacer Adoración Eucarística parte de su vida de oración. También fomentar la formación de consejos de vocaciones parroquiales que orarán intencionalmente ante el Eucaristía por las vocaciones. De manera especial, deseo agradecer a los comités de apoyo a las vocaciones a nivel de decanato por su importante liderazgo, incluida la Sociedad de Apoyo a las Vocaciones de Youngstown en el condado de Mahoning, el Cenáculo de Vianney en el condado de Columbiana y el St. Ministerio de Apoyo a las Vocaciones Maximilian Kolbe en el condado de Portage, y los que actualmente están formándose en cada uno de nuestros decanatos.

A veces olvidamos que Dios nunca deja de llamar a hombres y a mujeres al servicio de la Iglesia. En vez de orar simplemente por un “aumento de vocaciones”, oren más bien por el valor y la audacia, para que cada uno de nosotros pueda escuchar cómo Dios nos está llamando a adoptar el sacerdocio, la vida religiosa, la vida matrimonial sacramental, o la vida de soltero.

La Adoración Eucarística puede ser una forma privilegiada de escuchar y responder con audacia y valor y hacer nuestras las palabras del joven profeta Samuel: “Habla, que tu siervo está escuchando” (1 Sam 3, 10).

La adoración eucarística también puede ayudarnos a encontrar significado y nuevo vigor para vivir nuestras vidas. En La Alegría del Evangelio, afirma el Papa Francisco, “Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración, y me alegra enormemente que se multipliquen en todas las instituciones eclesiales los grupos de oración, de intercesión, de lectura orante de la Palabra, las adoraciones perpetuas de la Eucaristía.” (n. 262).

APLICACIONES PRÁCTICAS

Coronación de la Vírgen con la Trinidad y los Santos, c. 1440 Maestro olivetano (artista) Lombardo, activo c. 1425 – c. 1450. Imagen de acceso abierto de dominio público. Cortesía de la Galería Nacional de Arte, Washington, D.C.

COMO LA FE, LA ESPERANZA ES UN DON ESPECIAL que es parte integral de nuestras vidas. La esperanza es esa realidad que nos da confianza para el futuro, incluso cuando las cosas pueden parecer sombrías. Para nosotros católicos, esta esperanza se encuentra en Dios. De hecho, algunos de los himnos que cantamos reconocen Dios como nuestra esperanza. Por ejemplo, en el canto “Vienen con alegría, Señor”, cantamos que los que acuden a la celebración “vienen trayendo la esperanza a un mundo cargado de ansiedad”.

LA SANTÍSIMA MADRE ENCARNA ESTA ESPERANZA también bajo el título, “Nuestra Señora de la Esperanza”. las palabras del ángel en la Anunciación, “Nada será imposible para Dios” (Lc 1, 37), sin duda invitó a María a la esperanza en su propio momento de confusión y preocupación. Muchos de los fieles buscan su intercesión por esta razón. Y por eso le cantamos: “Santa María de la esperanza, mantén el ritmo de nuestra espera.”

ESTA MISMA ESPERANZA SE PUEDE ENCONTRAR EN LA VIDA DE MUCHOS DE LOS SANTOS. Sigue siendo tan real y presente hoy en la vida de los demás. Como la virtud de la fe, descubrí la esperanza en la Iglesias doméstica con mis padres. A su manera, nos enseñaron a los cinco niños a cultivar la esperanza sin importar las circunstancias. Ellos también nos demostraron la importancia de escuchar las voces correctas, es decir, las voces de esperanza.

CUANDO LA CRISIS DEL ABUSO SEXUAL DEL CLERO EXPLOTÓ a principios de la década de 2000, como muchas personas, me sentí desmoralizado y avergonzado. Por supuesto, de ninguna manera mi dolor podría acercarse al de aquellos que fueron dañados por este horrible comportamiento. Como hombres y mujeres de esperanza, hay que seguir orando por la sanación de todas las víctimas-sobrevivientes del abuso y por el fin de este flagelo terrible en todos los aspectos de la vida. Nosotros también necesitamos rezar para que, a pesar de su inefable desilusión y pérdida, nunca pierdan la esperanza.

LO QUE ME SALVÓ EN ESE MOMENTO y me dio esperanza fueron las voces de los fieles en la misa dominical. Había muchos el domingo en la Misa cuando, durante el Credo, me encontré escuchando a los fieles profesar la fe. Sabiendo que este mal tenía que ser tan devastador para ellos como lo era para mí, gravité hacia su palabras que me dieron esperanza, sin mencionar su constante presencia en la Santa Misa. Poco se dieron cuenta de que fueron fuente de esperanza para mí en mi camino espiritual. Simplemente, en mi tiempo de oscuridad, trajeron luz.

UNA DE LAS PARADOJAS DE LA VIDA es que en los momentos más difíciles cuando es tan fácil desanimarse, siempre hay una invitación al testimonio de la esperanza. Este momento puede convertirse en el gran tira y afloja. Esta lucha es articulada tan conmovedoramente por el autor del Libro de los Lamentaciones en el tercer capítulo. El autor habla de la oscuridad de su vida y cómo ha olvidado lo que es la felicidad. Su vida está privada de paz sin ninguna esperanza. Y sin embargo, algo sucede. Él dice “Pero me pongo a pensar en algo y esto me llena de esperanza: La misericordia del Señor no se extingue ni se agota su compasión; ellas se renuevan cada mañana, ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi porción, dice mi alma, por eso espero en él. El Señor es bondadoso con los que esperan en Él, con aquellos que lo buscan. Es bueno esperar en silencio la salvación que viene el Señor. (Lamentaciones 3:21-26).

ANTE LAS MALAS NOTICIAS y la angustia que ondea a través de nuestras vidas siempre hay buenas noticias de que Dios nunca se da por vencido con nosotros. Con Dios, hay siempre un motivo de esperanza. Pero, lamentablemente, en nuestra impaciencia y frustración, podemos abandonarnos a Dios. Sin embargo, como aspiramos a crecer en virtud de la esperanza, presento las siguientes consideraciones.

UNA ESPERANZA PACIENTE

La verdadera esperanza es una postura de espera que requiere tiempo para su entrega. Desafortunadamente, vivimos en un mundo que ha creado una ilusión de instantes. Somos llevados a creer que la esperanza puede ser instantánea u ocurrir según nuestros planes. La esperanza es un corazón que sigue apareciendo y espera pacientemente a que Dios irrumpa en nuestras vidas en su tiempo.

UNA ESPERANZA GOZOSA

En su carta a los Romanos, San Pablo dice: “Alégrense en la esperanza. . .” (Rom 12, 12). Esencialmente, San Pablo está invitando a los romanos a estar contentos en la esperanza. Uno puede estar alegre en la esperanza por el amor infinito de Dios que se extiende a todos. Si hacemos una pausa por un momento, podemos observar esta alegre esperanza en un niño que espera feliz la Navidad o su cumpleaños. Pienso que cuando Jesús dice que tenemos que volvernos como niños para entrar en el Reino de Dios lo que está diciendo, además de confiar, es que necesitamos manifestar continuamente una alegre esperanza incluso ante el cinismo, el sarcasmo y el pesimismo del mundo.

UNA ESPERANZA RESILIENTE

Una persona resiliente resiste o supera desafíos o dificultades. Tal persona es a menudo alguien que es flexible. Una esperanza resiliente es aquella que soporta el cambio, el desafío y la decepción. Tal esperanza vence la adversidad. Cualquiera que haya competido aprecia el valor de una esperanza resiliente. Una esperanza resiliente es también aquella que no tiene miedo a

estar solo.

UNA ESPERANZA REALISTA

Uno de los retos de la vida de vez en cuando es el de vivir en la realidad. La realidad no es fácil de aceptar a veces. En algún momento, llegamos a descubrir que este lugar donde vivo, a pesar de todos sus artilugios, botones y belleza y felicidad momentáneas, por más que lo hagamos nuestro hogar, no es el cielo. De vez en cuando podemos experimentar momentos celestiales, pero esto no es el cielo. No sólo podemos perder de vista este hecho, sino que también podemos olvidar el cielo al que todos estamos llamados. Una esperanza realista es aquella que es espiritualmente conectada a tierra y ve este mundo no como el final sino como un viaje compartido hacia el Reino.

UNA ESPERANZA COMPARTIDA

Al igual que la fe, la esperanza no debe ser exclusiva ni reservada únicamente para uno mismo. La esperanza está destinada a ser compartida. Artículo n. 1817 del Catecismo de la Iglesia Católica enseña: “La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.” Las palabras “nosotros” y “nuestro” revelan conmovedoramente este sentido compartido de la esperanza.

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PREGUNTAS

PARA REFLEXIÓN Y DISCUSIÓN

Coronación de la Vírgen con la Trinidad y los Santos, c. 1440 Maestro olivetano (artista) Lombardo, activo c. 1425 – c. 1450. Imagen de acceso abierto de dominio público. Cortesía de la Galería Nacional de Arte, Washington, D.C.

¿De qué manera ha experimentado crisis en los últimos años como momentos de desesperación? ¿Ha habido personas o momentos que lo ayudaron a no ignorar las dificultades del mundo, sino que le abrieron una mentalidad positiva: ver la posibilidad de lo que está bien con el mundo? ¿Quiénes han sido los faros de esperanza para usted?

¿Ha habido momentos o prácticas de oración – en liturgia pública y/o tiempos de silencio y contemplación- que nutrieron la esperanza en usted?

¿Cómo describiría su esperanza, o deseo de esperanza, ahora mismo: una esperanza paciente? ¿Esperanza gozosa? ¿Esperanza resiliente? ¿Realista? ¿Esperanza compartida? ¿Qué le da motivos para la esperanza?

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From Coronation of the Virgin with the Trinity and the Saints by Olivetan Master.

CAPÍTULO TRES

EL PODER DEL AMOR

Coronación de la Vírgen con la Trinidad y los Santos, c. 1440 Maestro olivetano (artista) Lombardo, activo c. 1425 – c. 1450. Imagen de acceso abierto de dominio público. Cortesía de la Galería Nacional de Arte, Washington, D.C.

“Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa. Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado.”

JUAN 15, 11-12

DIOS ES AMOR

Familes and clients served by Catholic Charities. Photos submitted by Catholic Charities, Diocese of Youngstown, and used with permission of those pictured and their parents.
Familias y clientes atendidos por Caridades Católicas.
Fotos proporcionadas por Caridades Católicas, Diócesis de Youngstown, y utilizadas con el permiso de aquellos retratados y sus padres.

La palabra “amor” se usa con frecuencia en nuestro día a día en interacciones con los demás. “Amor” puede describir nuestro profundo cariño por todo y por todos— desde la pizza hasta nuestros padres o hijos. La no intencionada consecuencia de una aplicación tan amplia es un agotamiento del significado y el impacto de la palabra.

Sabemos que el amor es mucho más que una palabra que usamos con casualidad en nuestras conversaciones cotidianas. Incluso la definición de la Real Academia Española del amor como un “sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo” parece insuficiente, ya que el amor tiene muchas formas, expresiones y niveles de profundidad. De hecho, el amor puede ser algo nuevo y diferente cada día. Es apropiado que varios idiomas tengan más de una palabra para “amor” dependiendo de cómo se pretenda. No obstante, queda una verdad: la palabra “amor” tiene poder, poder para transformar corazones de piedra en corazones de carne; poder para reducir las distancias entre las personas; y poder para revelar la presencia de lo divino en medio de nosotros.

Sabemos que Jesús es el Amor Encarnado, y donde hay amor, allí está Dios. En Dios es amor, nos recuerda el Papa Benedicto XVI que “El amor es una luz, en el fondo la única, que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar” (n. 39). Así, cuando las Escrituras nos dicen que “Dios es amor,” (1 Jn 4, 8) debemos hacer una pausa y reflexionar sobre una comprensión del amor que trasciende la experiencia personal. La simple oración, Dios es amor, proporciona un contexto rico y completo para esta vida, así como un seguro consuelo (esperanza) para la próxima vida con Dios en el Reino de los Cielos.

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PERDÓN Y MISERICORDIA: LOS FRUTOS DEL AMOR

Pila Bautismal en la Iglesia Tomás el Apóstol en Vienna. Foto de Brian Keith.

Sin embargo, la belleza y la sencillez del amor tal como Dios lo quiere puede complicarse por nuestro propio orgullo y egoísmo, así como las influencias negativas en nuestro mundo de hoy. Los actos interpersonales de misericordia y perdón se requieren para restaurar el amor en las relaciones que han sido dañadas por el pecado, sin embargo, muy a menudo somos lentos para ofrecer estos frutos de amor cuando son más necesarios (Lucas 15:11-32).

La historia del hijo pródigo muestra cómo tanto el perdón como la misericordia se manifiestan en el amor incondicional que el padre tiene por su hijo, haciéndose eco del amor que Dios Padre tiene por cada uno de nosotros.

Después de dilapidar su herencia y regresar a casa donde espera que su padre lo reciba como un siervo, el hijo pródigo pide misericordia:

“PADRE, HE PECADO CONTRA DIOS Y CONTRA TI. YA NO MEREZCO SER
  LLAMADO TU HIJO.”

Lc 15, 21

El padre, sin embargo, tan feliz de que su hijo descarriado haya regresado a casa, ordena un anillo para el dedo del hijo y la preparación de un banquete, “Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora él está vivo; estaba perdido, pero ahora ha sido encontrado” (Lc 15, 24). Con esta declaración, los pecados del hijo contra su padre han sido perdonados y olvidados. Se ha pedido misericordia y prontamente la recibió. Los frutos del amor han sanado una relación fracturada.

Si bien la misericordia y el perdón pueden ser más fáciles de otorgar a quienes amamos, Dios pide y espera más de nosotros. Jesús vino a este mundo para enseñarnos a amarnos unos a otros, desde nuestra familia y amigos hasta los desconocidos y aquellos a quienes nos resulta difícil amar. Un humilde ejemplo de este amor desinteresado se encuentra cuando Jesús, crucificado por nosotros, perdona apasionadamente a los que lo han perseguido diciendo: “¡Perdónalos, Padre! No saben lo que hacen” (Lucas 23:34). El perdón en la más profunda de las circunstancias nos recuerda que debemos ir y hacer lo mismo, reconciliarnos con los que nos han hecho daño y con los a quienes hemos hecho daño; hacerlo nos permite tener una relación correcta con Dios.

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Eucharistic Procession at Christ the Servant Parish, Canton.

EL AMOR ES PRESENCIA

Procesión Eucarística en la Parroquia Cristo el Siervo, Canton.

Si rechazamos los frutos del perdón y la misericordia, vivimos en tinieblas y no a la luz del amor. Algunos de nosotros preferiríamos aceptar que el dolor que proviene de las relaciones rotas es simplemente parte integral del ser humano. Sin embargo, Dios no quiere que vivamos en la soledad y aislamiento que resulta de relaciones rotas. Cuando practicamos el perdón y la misericordia, ambos como dadores y receptores de estas gracias, podemos ser representaciones auténticas de la amorosa presencia de Dios en el mundo.

Así, como pueblo fiel amado por Dios, debemos ser proveedores de amor en nuestro lugar y tiempo. En cada celebración de la Santa Misa, estamos encargados de salir y compartir el amor que hemos recibido. No hay lugar para la indiferencia o el autoaislamiento cuando se trata de amor. Más bien, el amor nos obliga a un ministerio de presencia y acompañamiento; caminar con nuestras hermanas y hermanos como compañeros peregrinos en el camino de la vida. En La alegría de la Evangelio, el Papa Francisco nos dice que “Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios. Cada vez que se nos abren los ojos para reconocer al otro, se nos ilumina más la fe para reconocer a Dios” (n. 272). Así, por del encuentro y el amor a otros, se nos muestra el camino directo a Dios.

Si bien todos deseamos acercarnos más a Dios, también sé que a veces amar a los demás puede ser incómodo porque puede ponernos frente a frente con las llagas de Cristo. El Papa Francisco nos recuerda en La Alegría del Evangelio: “A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás” (n. 270). Cuando nosotros mostramos empatía, ternura y misericordia a aquellos que están sufriendo, nos convertimos en el bálsamo del amor que cura y restaura las conexiones entre la familia humana.

Aquellos a quienes nos acercamos podrían rechazar nuestros esfuerzos o podrían dudar en revelar los extremos de su dolor y sufrimiento. Sin embargo, debemos persistir en el amor. Hay que arriesgarse a la vulnerabilidad que viene de soltar, de no impedir, y de dejar que el Espíritu Santo nos anime hacia los actos de caridad y servicio–en verdad, actos de amor.

Cuando nos convertimos en manifestaciones vivas del amor, somos verdaderamente libres, menos amenazados por las fuerzas de la oscuridad y la desesperanza que inciden sobre nuestra felicidad y bienestar. El amor de Dios nos da el valor y el deseo de compartir nuestro amor con los demás. También nos fortalece para enfrentar los desafíos de este mundo, seguros de que hemos contribuido lo nuestro para que venga el Reino de Dios.

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APLICACIONES PRÁCTICAS

Coronación de la Vírgen con la Trinidad y los Santos, c. 1440 Maestro olivetano (artista) Lombardo, activo c. 1425 – c. 1450. Imagen de acceso abierto de dominio público. Cortesía de la Galería Nacional de Arte, Washington, D.C.

CUANDO JESÚS HABLA del amor en el Evangelio de Juan, hace dos declaraciones muy importantes. Primero, dice: “Como el Padre me ha amado, así también yo los he amado. Permanezcan en mi amor” (Jn 15, 9). Jesús expresa su profundo amor por nosotros y nos pide que vivamos nuestra vida en ese amor. El conocimiento de que somos amados, sin mencionar la experiencia de ser amados, puede hacer una gran diferencia en la vida de uno. Segundo, Jesús nos desafía a compartir este amor. Él dice: “Este es mi mandamiento: ámense los unos a los otros como yo los amo” (Jn 15, 12).

EL AMOR ES MÁS QUE UNA IDEA. Es una elección que por lo general se revela en una determinada acción. Cuando yo era niño, había una caricatura que aparecía en el diario. Se llamaba, El amor es… Todos los días había un boceto realizado por el artista de qué es lo que era el amor. Y cada día el amor era algo nuevo y diferente. La conclusión de esto para mí fue que el amor siempre era algo más. Amar simplemente no se puede limitar.

SAN PABLO SOSTIENE QUE EL AMOR es la mayor de las virtudes. Y, sin embargo, creo que todos estaríamos de acuerdo en decir que el amor podría ser la más difícil de adoptar de todas las virtudes. Una cosa es amar a los que nos aman, pero amar a los que no nos quieren o incluso a los que no amamos es un desafío. Leí algo en mi retiro episcopal que transmitía esencialmente este sentimiento: “Un obispo debe amar a todos aquellos a quienes le cuesta amar.”

JESÚS DEMUESTRA LA PLENITUD DEL AMOR en el Calvario en la cruz al sacrificar su vida por nosotros. Vivió sus palabras con acciones concretas: “Nadie tiene amor más grande que esto, que uno dé la vida por su amigos” (Jn 15, 13). Cada vez que venimos a la Santa Misa la expresión de este amor se nos hace real y presente. Y al recibir la Sagrada Eucaristía, debemos salir al mundo, según dijo San Agustín, “convertidos en lo que recibimos”. Debemos ser el amor de Cristo para el mundo.

MIENTRAS BUSCAMOS CRECER EN ESTA LA MÁS GRANDE DE LAS VIRTUDES, necesitamos contemplar la riqueza del amor con sus múltiples rostros. Yo animo a todos nosotros a encarnar los siguientes tipos de amor en el meollo de nuestras vidas. 

UN AMOR INTENCIONAL

Si el amor es una elección, entonces es algo que debemos elegir intencionalmente cada día. Invito a todos nosotros a volvernos más intencionales en nuestro amor. Esta intencionalidad se expresa ante todo en la oración en la que invocamos el amor de Dios para que podamos amar como Dios ama. Esta intencionalidad es algo que va a hacer eco en nuestras vidas.

Como Jesús, no podemos ser selectivos sobre el amor. El amor no admite discriminación ni prejuicios. Tristemente, ha habido momentos en los que hemos limitado nuestro amor y lo hemos hecho exclusivo para alguien o algo por una u otra razón. Elegir amar a Jesús es elegir amar a los demás, especialmente a los pobres y a los marginados. Jesús enfatiza este punto en el capítulo 25 de Mateo cuando dice, “Y el rey responderá: ‘En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí” (Mt 25, 40). Lo mismo puede decirse de lo que no hacemos. Jesús dice: “El Rey les responderá: ‘En verdad les digo: siempre que no lo hicieron con alguno de estos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí” (Mt 25, 45).

UN AMOR CONCRETO

En su segunda carta a los tesalonicenses, San Pablo busca preparar a la comunidad para el día del Señor que parece inminente. Ora para que el amor de Dios se desborde en sus vidas. Él dice:

“Que el mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y que nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y los afiance en toda obra y palabra buena.” (2 Tes 2, 16-17). Como seguidores de Jesucristo, el amor no puede ser relegado a una buena idea o a un deseo benévolo. Nuestro amor debe desbordarse en palabras y hechos.

Un amor concreto es uno de acción. Esta acción a menudo toma la forma de servicio. Siempre estoy muy agradecido de aquellos en nuestra diócesis que apoyan la Campaña Anual Diocesana: Uno en la Esperanza, Uno en la Misión. Nuestro apoyo a esta Campaña es un acto de amor que permite a Caridades Católicas y a la diócesis, a través de sus parroquias y ministerios, a continuar la misión de Jesús. Por supuesto, este amor concreto trasciende esta campaña y repercute en nuestra diócesis de muchas maneras.

UN AMOR COMPASIVO

Cuando era niño en la escuela primaria, recuerdo asistir al Via Crucis todos los viernes de Cuaresma con mi comunidad escolar. Una de mis estaciones favoritas era la quinta estación: Simón ayuda a Jesús a llevar su cruz. Para mí, la escena de Simón ayudando a Jesús en su momento de necesidad ilustra la compasión. Simón no sólo ayuda a Jesús, sino que sufre tiernamente con él a través del apoyo y el acompañamiento.

Hay muchas personas en nuestro mundo y comunidad que sufren hoy. Necesitan de nuestra compasión. Cerca de casa pienso en los pobres, los sin techo, los encarcelados, los desempleados y subempleados, los enfermos, los ancianos y los que han sufrido como resultado del abuso, la violencia, la explotación, el racismo, el prejuicio y la injusticia. Es importante que como individuos, pero también juntos en nuestras parroquias, ayudemos a aquellos que sufren. Caridades Católicas es un convincente modelo y testigo del amor compasivo.

UN AMOR QUE DA VIDA

En el Evangelio de Juan, Jesús dice: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Jesús nos muestra que el amor es sinónimo de la vida. Elegir el amor es elegir la vida. El verdadero amor engendra, contempla, respeta y salvaguarda siempre la vida.

Jesús habla no sólo de la vida, sino de una vida más abundante. Como hijos de Dios estamos invitados a una vida plena. Pero también estamos llamados a compartir esta vida abundante a través de nuestro amor mutuo.

El amor y la vida que provienen de Jesús no están destinados a ser atesorados o autónomos. Y los que han recibido mucho tienen la responsabilidad de compartir generosamente. Jesús deja esto muy claro cuando dice: “Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas” (Lc 12, 48). Como obispo de esta Iglesia local estoy profundamente agradecido de aquellos que responden a este llamado a ser dadores de vida en su amor.

Una manera tangible en que este amor y esta vida se desarrollan en nuestra diócesis es a través de los llamados al sacerdocio, la vida religiosa, la vida conyugal y la vida de soltero. En La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco señala: “Donde hay vida, fervor y ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas” (n. 107). En nuestro amor por la Iglesia, pido de nuevo que todos oremos intencionalmente más por la abundancia de la vida en las vocaciones.

UN AMOR INESPERADO

En La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco escribe: “Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino” (n. 127).  

El amor no debe quedar siempre relegado a actos heroicos. El amor sucede de manera tan conmovedora en las cosas pequeñas de la vida ordinaria. Cada momento, cada respiración ofrece posibilidades para irradiar el amor de Dios. Cuando este amor se expresa de forma inesperada, es aún más especial. El Dios de las sorpresas nos usa cada día en lo ordinario de la vida para desenvolver el don del amor de Dios.

UN AMOR QUE VINCULA

El amor es una fuerza dinámica que puede potenciar la unidad y la concordia. La gran oración de Jesús por nosotros es: “Que todos sean uno.” (Jn 17, 21). Esta unidad tiene un costo ya que Jesús muestra la profundidad de su amor por nosotros al derramar su vida en la cruz. Pero en este acto de amor y salvación, somos uno.

Quizá por eso san Pablo consideraba esta virtud del amor como la mayor de las virtudes en cuanto que nos permite realizar la gran oración sacerdotal de Jesús: “Que todos sean uno”.

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PREGUNTAS

PARA REFLEXIÓN Y DISCUSIÓN

Coronación de la Vírgen con la Trinidad y los Santos, c. 1440 Maestro olivetano (artista) Lombardo, activo c. 1425 – c. 1450. Imagen de acceso abierto de dominio público. Cortesía de la Galería Nacional de Arte, Washington, D.C.

En La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco afirma, “. . . si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida” (n. 274). ¿Qué piensas que nuestro Santo Padre quiere decir con esta declaración? Reflexiona sobre las relaciones en tu propia vida. ¿Hay personas a las que has ayudado a “tener una vida mejor” a través de tu expresión de amor y preocupación? Describe esta experiencia.

¿Te resulta difícil en el mundo de hoy mostrar misericordia y perdón? Reflexiona sobre un momento de tu propia vida en el que concediste el perdón a alguien que te hirió. ¿Cómo te sentiste después de perdonar a esa persona? ¿Cuál fue la reacción de la otra persona ante tu perdón?

¿Qué significan las palabras “presencia”, “encuentro” y “acompañamiento”? ¿Tienen que ver con el amor? ¿Se requieren los tres para que el amor sea compartido? Explica tu opinión.

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CONCLUSIÓN

PRACTICANDO LA FE, LA ESPERANZA, Y EL AMOR

No hay duda de que dentro de cada tiempo y lugar hay desafíos inevitables. Nosotros conocemos muy bien aquí en el noreste de Ohio las dificultades que tenemos. De hecho, ¡estos son tiempos duros! Y, sin embargo, este momento contiene una serie de oportunidades. Como católicos viviendo en esta porción de la viña del Señor, este es nuestro momento para testificar intencionalmente de la luz practicando las virtudes de la fe, la esperanza y el amor. Si deseamos perseverar en las luchas de este mundo, es imperativo desarrollar estos hábitos cristianos del corazón. Si buscamos ser verdaderos discípulos y auténticos católicos, no queda otro camino que crecer cada día en estas virtudes cristianas, como los que nos precedieron en la fe en esta porción de la viña del Señor. No podemos evitar sacar inspiración y fuerza de su testimonio de estas virtudes cristianas.

El Papa Francisco nos ha invitado a ser una Iglesia que es “sinodal”, lo que significa una Iglesia que “camina juntos”—caminar unos con otros y, más aún, caminar con Cristo, que es el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6). Avancemos y continuemos nuestro caminar juntos siguiendo los pasos de las muchas mujeres y hombres santos que nos precedieron y aspiraron a ser personas de fe, de esperanza y de amor, confiando siempre en la intercesión de la Santísima Virgen María, mujer de fe, modelo de esperanza y madre de amor.

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ORACIÓN DE COMPROMISO

Dios de Amor, tu Vida Divina fluye libremente en nuestro mundo, asumiendo la carne humana por el poder del Espíritu, llamándonos a caminar juntos en el seguimiento del Camino de Jesucristo. Fortalécenos, susténtanos, transfórmanos de nuevo.

Ayúdanos a vivir como verdaderos discípulos, manteniendo la mirada fija en el camino de nuestro Salvador. Ayúdanos a asumir este momento con sus muchos desafíos y a mirar éstos no como piedras de tropiezo, sino como peldaños, para demostrar quiénes somos y de quién somos. Bendícenos con las virtudes de una fe fuerte, una esperanza firme y un amor desbordante.

Por la intercesión de nuestra Santísima Madre, mujer de fe, ejemplo de esperanza y madre de amor, sigamos nuestro camino común para llegar un día a conocer la gloria de la resurrección en medio todos nuestros sufrimientos. Que te veamos, el autor de la vida, la fuente del amor, cara a cara.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

AMÉN.

From Coronation of the Virgin with the Trinity and the Saints by Olivetan Master.

Coronación de la Vírgen con la Trinidad y los Santos, c. 1440 Maestro olivetano (artista) Lombardo, activo c. 1425 – c. 1450. Imagen de acceso abierto de dominio público. Cortesía de la Galería Nacional de Arte, Washington, D.C.

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